VALORES HUMANOS – la garza real

Del relato corto de esta semana, titulado “La garza real”, podemos extraer una doble lectura, cuyos consejos nos resultarán de suma utilidad en nuestro quehacer diario. Porque la fábula que hoy os traemos es, sobre todo, una lección de vida, esa misma vida que acaba poniendo a cada cual en su sitio, en función de los actos realizados.

Un fresco día de verano, una elegante garza real salió de entre los juncos y se fue a pasear ¡Era un día perfecto para dar una vuelta y ver el hermoso paisaje! Se acercó a la laguna y vio un pez que le llamó la atención. Era una carpa que jugueteaba alegremente entre las aguas.

—¡Es una presa grande y sería muy fácil para mí atraparla! ¡Pero, no! Ahora no tengo apetito así que cuando me entre hambre, volveré a por ella—, pensó la garza siguió antes de seguir su camino.

Se entretuvo charlando con otras aves que se fue encontrando y más tarde se sentó un ratito a descansar. Sin darse cuenta, habían pasado tres horas y de repente, sintió ganas de comer.

—¡Volveré a por la carpa!—, se dijo a sí misma nuestra altiva protagonista.

Regresó a la laguna pero la carpa ya no estaba. Su deliciosa comida había desaparecido y ya no tenía nada que llevarse a la boca.

Cuando se alejaba del lugar vio unos peces que nadaban tranquilos.

—¡Puaj! Son simples lencas. Podría atraparlas en un periquete con mi largo pico, pero no me apetecen nada. Me gusta comer cosas exquisitas y no esos pececitos sin sabor y ásperos como un trapo—, exclamó con asco la garza.

Siguió observando la laguna y ante sus ojos apareció un pez pequeñajo y larguirucho con manchas  oscuras en el lomo. Era un gobio.

—¡Qué mala suerte! No me gustan las tencas pero los gobios me gustan menos aún. Me niego a pescar ese animalucho de aspecto tan asqueroso. Mi delicado paladar se merece algo mucho mejor—, pensó.

La garza era tan soberbia que ningún pez de los que veía era de su gusto. Lamentándose, buscó aquí y allá alguno que fuera un bocado delicioso pero no hubo suerte. Llegó un momento en que tenía tanta hambre que decidió conformarse con la primera cosa comestible que encontrara. Y eso fue un blando y pegajoso gusano.

—¡Qué asco! No me queda más remedio que tragarme este bicho horripilante. Pero es que estoy desfallecida y necesito comer lo que sea—, dijo la garza a punto de vomitar.

Y así fue cómo la exigente garza de pico fino, tuvo que dejar a un lado su actitud caprichosa y conformarse con un plato más humilde que, aunque no era de su agrado, le alimentó y sació su apetito.

Moraleja:  En clave refrán podríamos resumir diciendo que “más vale pájaro en mano que ciento volando”, aunque también se extrae otra conclusión, igualmente en clave refrán: “la avaricia rompe el saco”. Y es que muchas veces queremos tener solo lo mejor, despreciando con ello cosas más sencillas pero que pueden resultar de igual valor y utilidad. Es lícito nuestro deseo de prosperar pero debemos tener cuidado con no rebasar la delgada línea que separa tal deseo de la avaricia porque corremos el riesgo de quedarnos sin nada.

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