Dicen que son las personas las que hacen mejor o peor un lugar, y que el encanto de este radica en el corazón de aquellas. ¿Pero qué personas? ¿Las que habitan dichos lugares o las que observan y juzgan a estas? La respuesta, en “La actitud”, el relato corto que os traemos esta semana.
Un joven llegó a la entrada de un pueblo. Era la primera vez que pisaba ese lugar, de ahí que no conocía a sus gentes, sus tradiciones, costumbres y hábitos. Por eso, tras recorrer sus calles y plazas, y visitar y fotografiar sus monumentos más sobresalientes y parajes más destacados, se acercó a un anciano y le preguntó:
—Buenos días, señor. ¿Me podría indicar qué clase de personas viven en este lugar? ¿Son agradables en el trato, hospitalarios, abiertos, desenfadados y generosos?
El anciano le respondió formulándole la misma pregunta:
—¿Qué clase de personas viven en el lugar de donde tú vienes?
—Bueno… Un grupo de egoístas y malvados. Francamente, estoy muy feliz de haberme ido. Estoy seguro de haber tomado la decisión correcta—, replicó el joven.
El anciano, entonces, le contestó:
—Siento decepcionarte, pero en este pueblo vas a encontrar exactamente lo mismo de lo que huyes.
Él mismo día, cuando caía la tarde, otro joven desconocido arribó al pueblo por vez primera. Y al igual que hizo el primero se acercó al anciano, al cual preguntó:
—Buenas tardes, buen hombre. ¿Me podría decir qué clase de personas viven en este lugar? ¿De buenos sentimientos y espíritu noble? ¿Verán con buenos ojos mi presencia aquí o me considerarán un intruso? ¿Serán afectuosos y me acogerán con los brazos abiertos?
El viejo respondió con la misma pregunta:
—¿Qué clase de personas viven en el lugar de donde tú vienes?
—Es gente magnífica, honesta, amigable y hospitalaria. Me duele mucho haberlos dejado, pero tuve que marcharme obligado—, matizó el forastero.
—Lo mismo encontrarás aquí—, respondió el anciano mientras le sonreía.
Un hombre, que había oído ambas conversaciones, se acercó entonces al viejo para preguntarle sorprendido:
—Me he tomado la libertad de escuchar lo que le acaba de decir al joven. Hice lo mismo esta mañana cuando usted se dirigió al otro muchacho. ¿Cómo es posible dar dos respuestas diferentes a la misma pregunta?
A lo cual el anciano respondió:
—Cada cual lleva en su corazón el ambiente donde vive. Aquel que no encontró nada nuevo en los lugares donde estuvo no podrá encontrar otra cosa aquí. Pero quien encontró amigos allá podrá encontrarlos también aquí, porque la actitud mental es lo único en tu vida sobre lo cual puedes mantener control absoluto
Moraleja: En nuestra actitud ante la vida y nuestra disposición y ganas de adaptarnos a un entorno radica la clave de nuestra felicidad. Si creemos en la buena fe de las personas encontraremos en ellos lo que estamos buscando.