La fábula de esta semana, atribuida al célebre Esopo, habla de selvas, animales y, especialmente, de dos cuestiones básicas para la convivencia en sociedad: el respeto al prójimo y las ventajas de ser bondadosos y solidarios. Por ejemplo, recibir la ayuda de quien nunca lo habríamos imaginado cuando más lo necesitemos.
Una tarde de primavera, el león más feroz de la selva se sentó un ratito, y, con el agradable calor del sol, se quedó dormido en un santiamén.
Un pequeño ratón que regresaba a su hogar lo vio dormido y se acercó para tocar la suave melena del felino. Pero con el movimiento de sus patitas despertó al león de muy mal humor porque su plácido sueño había sido interrumpido:
—¿Quién osa despertarme de mi siesta?— gritó, mientras agarraba de su cola al pequeño ratón.
—Discúlpeme, señor león, no quería molestarlo. Es que lo he visto dormido y no he podido resistirme a tocar su preciosa melena— dijo el ratón entre gemidos de terror.
El león, que no quería seguir hablando, abrió su enorme boca para devorar al ratón. Entonces, el ratón gritó:
—Por favor, señor león, no me coma, prometo no volver a molestarlo nunca más.
El león se apiadó del ratoncito y le dijo:
—Está bien; no te comeré. Me pareces un ratón muy simpático, pero no vuelvas a molestarme.
—Gracias, señor león – dijo el ratón, que al verse libre prometió al león que, si algún día lo necesitaba, ahí estaría para ayudarlo.
El león se echó a reír mientras exclamaba:
—¡Un ratón tan pequeñito…! ¿Cómo podrías tú ayudarme a mí?
Pocos días después el león se topó con una trampa que habían dejado unos malvados cazadores. Una red lo tenía atrapado y, si no lograba salir de allí, los cazadores se lo llevarían cuando regresasen al lugar donde habían colocado la trampa.
El ratón, que caminaba por la selva, escuchó los rugidos de desesperación del león y, sin pensárselo dos veces, se acercó al lugar del que provenían. Al ver al león preso, se subió a la red y comenzó a roerla hasta hacer un agujero lo suficientemente grande para liberar al león.
—Gracias, ratón. El otro día me burlé de tu tamaño, y hoy habría muerto de no ser por tu ayuda—, le dijo emocionado el llamado rey de la selva al ratón.
—Te dije que si necesitabas mi ayuda la tendrías. Los pequeños roedores siempre cumplimos nuestras promesas y somos muy agradecidos con aquellos que nos ayudan—, contestó el ratón.
Desde aquel día el león y el ratón se convirtieron en grandes amigos y siempre se ayudaron.
Moraleja: No menosprecies la ayuda y amistad de aquellos que aparentemente parecen menos que tú porque no lo son. Tan solo son diferentes y poseen características y virtudes de las que tú careces. Como segunda lectura, a modo de conclusión, podemos afirmar que si eres bondadoso con los demás recibirás de ellos el mismo cariño y bondad. Haz siempre el bien.