Nos ha gustado la moraleja que nos ofrece “El perrito cojo”, título del relato corto de esta semana, de ahí su elección. Es otra lección vital que deberíamos tener presente en las relaciones diarias con nuestros semejantes.
El dueño de una tienda de animales domésticos estaba poniendo en la puerta un cartel que decía: “Cachorros de dálmatas en venta”. Como esa clase de anuncios siempre atrae a los niños de pronto apareció un pequeño y le preguntó:
—¿Cuál es el precio de los perritos?
El dueño contestó:
—Entre treinta y cuarenta euros.
El chaval llevó su mano al bolsillo y sacó unas monedas.
—Sólo tengo 3,25 euros. ¿Puedo verlos al menos?
El hombre sonrió y asintió. De la trastienda salió una perra seguida por cinco perritos, uno de los cuales se quedaba atrás. El niñito inmediatamente señaló al cachorrito rezagado y preguntó:
—¿Qué le pasa a ese perrito?
El hombre le explicó que el animalito tenía la cadera defectuosa y cojearía el resto de su vida, ante lo cual el niño se emocionó mucho y exclamó:
—¡Ese es el cachorro que yo quiero comprar!
Y el dueño replicó:
—No, tú no vas a comprar ese cachorro. Si realmente lo quieres, te lo regalo.
El chico, con el gesto contrariado, miró al hombre y le dijo:
—No, no quiero que usted me lo regale. Creo que vale tanto como los otros perritos y, por lo tanto, le pagaré el precio completo. De hecho, le voy a dar mis 3,25 euros ahora y cincuenta céntimos cada mes, hasta que lo haya pagado todo.
El hombre insistió:
—Hijo, no elijas ese perrito. Nunca será capaz de correr, saltar y jugar como los otros.
El niñito entonces se agachó y levantó su pantalón para mostrar su pierna izquierda, retorcida e inutilizada, soportada por un gran aparato de metal. Miró de nuevo al propietario de la tienda y añadió:
—Bueno, yo tampoco puedo correr muy bien, y el perrito necesitará a alguien que lo entienda.
El hombre se mordió los labios, haciendo esfuerzos por contener las lágrimas, y dirigiéndose al niño le dijo:
—Espero que cada uno de estos cachorritos tenga un dueño como tú.
Moraleja: Aprendamos a aceptar a las personas que nos rodean tal y como son, con sus virtudes y defectos. Seamos especialmente comprensivos con aquellas que muestren defectos que nos resulten conocidos y en los cuales nos veamos reflejados.