el violín de paganini

La tenacidad y lucha ante las adversidades, por insalvables que estas parezcan, constituyen el tema central del relato corto de esta semana, en el que el protagonista es el genial músico Paganini. En esta ocasión no recurrimos a la fábula sino a un hecho real. Disfrutad con la lectura de “El violín de Paganini”.

Niccolo Paganini fue un gran gran violinista italiano, que vivió a caballo entre el siglo XVIII y el XIX. Algunos decían que era una persona extraña; otros, que había en él algo sobrenatural. Las notas mágicas que salían de su violín tenían un sonido diferente y por eso nadie quería perder la oportunidad de verlo tocar.

Una noche el teatro estaba repleto de admiradores, preparados para recibirlo. La orquesta entró y fue aplaudida. El director entró y recibió una gran ovación. Pero cuando la figura de Paganini surgió, triunfante, el público entró en delirio.

El violinista se puso el instrumento en el hombro y lo que siguió fue indescriptible: blancas y negras, fusas y semifusas, corcheas y semicorcheas parecían tener alas y volar al toque de aquellos dedos encantados.


De repente, un sonido extraño interrumpió el éxtasis en el que había entrado la platea: una de las cuerdas del violín de Paganini se había roto. El director mandó parar a la orquesta. El público estaba en suspenso. Pero Paganini no se detuvo. Mirando su partitura, continuó extrayendo sonidos deliciosos de su violín atrofiado. El director y la orquesta, admirados, volvieron a tocar.

Cuando el público se hubo tranquilizado otro sonido perturbador atrajo su atención. Era otra cuerda del violín, que al igual que la anterior, también se había desprendido. El director y la orquesta pararon de nuevo, mas Paganini continuó como si nada hubiera ocurrido. Impresionados, los músicos volvieron a tocar.


Pero los asistentes no podían imaginar lo que iba a ocurrir a continuación. De las gargantas de un asombrado público salió un «¡oohhh!» que retumbó en la sala. ¡Y es que una nueva cuerda del violín se había roto!. El director y la orquesta se detuvieron por tercera vez. La respiración del público cesó. Pero Paganini ni se inmutó, y como un contorsionista musical logró arrancar todos los sonidos posibles de la única cuerda que le quedaba al destruido violín. El director, embelesado, se animó, y la orquesta volvió a tocar con mayor entusiasmo. El público iba del silencio a la euforia, de la inercia al delirio.


Paganini alcanzó la gloria, y su nombre quedó inmortalizado a través del tiempo. No solo fue un violinista genial sino también el símbolo del profesional que continúa adelante, incluso ante lo imposible.

Moraleja: Cuando todo parezca derrumbarse, cuando languidezca hasta apagarse la luz que brilla a nuestro alrededor, haciéndose la noche, démonos una oportunidad y sigamos adelante. Prohibido rendirse. Saquemos el Paganini que llevamos en nuestro interior. La celebridad es el arte de continuar donde la gran mayoría se detiene.

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