AJEDREZ EDUCATIVO – Un camino embarrado

Es necesario echar una mirada retrospectiva al pasado para aprender de nuestros errores y no volver a cometerlos, pero el bienestar debemos buscarlo y construirlo en clave futuro, mirando hacia delante. Es allí donde se halla. Esa es la enseñanza que nos deja “Un camino embarrado”, el relato corto de esta semana.

Esta es la historia de dos monjes zen, Tanzán y Ekido, que salieron de viaje sin más que sus túnicas y las sandalias que calzaban, como es costumbre entre los monjes zen.

Habían llegado a mitad del camino cuando vieron que el puente del río había sido arrastrado por las lluvias de primavera y no había ni siquiera piedras bien colocadas para caminar. Por ello, cada uno se quitó sus sandalias, las ató y colgó alrededor del cuello.

No habían entrado del todo en el agua cuando oyeron un lamento que provenía de la otra orilla del río. Era una joven y bella mujer, vestida con un precioso kimono bordado en seda, con dos zapatillas de seda de color rosa, bordadas en hilo de oro puro y plata.

Los dos monjes atravesaron el río. Una vez alcanzada la otra orilla prosiguieron su camino sin atender a los lamentos de la joven, ya que los monjes tienen prohibido entablar conversación con mujeres para no sentirse atraídos por ellas, lo que supondría alejarse de la espiritualidad zen.

Sin embargo,  tras recorrer unos metros Tanzan retrocedió sobre sus pasos y se acercó a la muchacha para preguntarle qué problema tenía. La mujer estaba triste porque tenía que llegar al otro lado del río pero al encontrar el puente destruido no tenía forma de cruzarlo sin echar a perder su vestido con el barro.

Ekido gruñó con impaciencia para indicarle a Tanzan que no debía detenerse, pero este sintió compasión por la joven. Se arrodilló a sus pies y le dijo:

—Señora, por favor, subiros a mi espalda y yo os llevaré atravesando el río.

La mujer se subió a la grupa de Tanzan, mientras Ekido se daba la vuelta y enfilaba el camino en dirección al monasterio. Cuando consiguió dejarla a salvo y seca en la orilla opuesta, Tanzán hizo una profunda reverencia antes de darse la vuelta y cruzar nuevamente el cauce de agua para proseguir su viaje.

Los monjes caminaron en silencio durante varias horas. A Ekido se le notaba incómodo. Cuando por fin llegaron al monasterio Ekido no pudo contenerse por más tiempo y dirigiéndose a Tanzan le preguntó en tono áspero:

¿Por qué has llevado a esa mujer en brazos? Sabes que nuestros votos nos prohíben tocar a las mujeres.

Tanzan miró profundamente a los ojos furiosos de Ekido y con una sonrisa le respondió:

—Yo cargué a aquella joven hace algunas horas; tú, en cambio, aún la sigues cargando sobre tu espalda.

Moraleja: ¿Cuántas veces en nuestra vida seguimos cargando con recuerdos que pertenecen al pasado sin liberarnos para vivir el presente y disfrutar el momento? ¿Cuántas veces te quedaste dándole vueltas a cuestiones como “debería”, “tendría que haber”, “por qué no hice esto o lo otro”, etc.  ¿Acaso podemos cambiar el pasado? No solo eso: mientras nos ocupamos y preocupamos del pasado estamos dejando de vivir un presente que podría ser bien distinto si le prestásemos atención. ¿Durante cuánto tiempo vas a seguir cargando con los pensamientos que te atormentan?

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