AJEDREZ EDUCATIVO – Perder y ganar amigos

Del relato corto de esta semana, titulado “Perder y ganar amigos”, no vamos a extraer moraleja alguna. Es una historia que invita a la reflexión profunda sobre la amistad y su evolución con el devenir de los años. Una historia de vida.

Julia se dirigía a la cafetería del hotel en el que se hospedaba para desayunar. Había tenido que viajar por motivos profesionales y se había quedado una noche más para cenar con unos antiguos amigos de estudios a los que rara vez veía. Habían compartido una agradable velada, pero Julia tenía un sabor agridulce de la noche. Le había gustado verlos pero el reencuentro le había sabido a poco. La conversación había sido intrascendente y se había quedado con la sensación de que vivían en mundos distintos.

Llegó a la cafetería y observó que todas las mesas estaban ocupadas. Tras recorrer la sala con la mirada vio una mesa para cuatro personas ocupada por un hombre mayor que, consciente de que no había mesas libres, la invitó a sentarse. Ella, viendo el aspecto bonachón del hombre, aceptó.

Nada más sentarse, el hombre le preguntó:


—¿Muchos días fuera de casa?


—Solo una noche. Ayer vine por trabajo y me quedé para cenar con unos viejos amigos—, contestó Julia.


—Amigos que quizás ya no son lo que eran—, añadió el hombre.

—¿Perdón?—, inquirió una sorprendida Julia.


—Disculpa. Es que por tu forma de contarlo tengo la impresión de que hubo algo que no funcionó como esperabas.

Julia no sabía cómo reaccionar. Era consciente de que aquel hombre tenía razón, pero no estaba segura de querer sincerarse con un completo desconocido. Tras dudarlo unos instantes, optó por confiar en él.

—Sí, estoy algo desconcertada por cómo fue la velada. Por cierto, mi nombre es Julia.


—Yo me llamo Esteban y me encantará que me lo cuentes.


—Son buenos amigos de la universidad. Y los aprecio. Pero ayer sentí que estamos en mundos distintos. Me contaron historias de viajes que no me interesan nada y creo que se aburrieron con lo que yo les conté de mi trabajo. Al hablar de cosas de la vida me percaté de que ya no piensan como yo. Percibí que nuestros valores son ahora muy distintos y me entristece la sensación de poder perder a unos amigos—, explicó Julia.


—Perder amigos, aunque te resulte extraño, no tiene por qué ser un problema. El problema sería no ganar nuevos. La construcción de amistades es constante y dura toda la vida—, matizó Esteban.

—Pero ¿por qué tengo que perderlos?—, preguntó Julia.


No tienes que perderlos, pero puede que los pierdas. Y si ocurre será de forma natural; simplemente porque vuestros caminos han tomado direcciones distintas—, contestó el hombre.

—¡Pues vaya pereza tener que ganar nuevos!—, exclamó la mujer.


—Para ganar nuevos solo estate atenta a las personas que la vida te brinda. Ahora tienes más experiencia e intuición y enseguida puedes saber si encajarás con alguien. Las amistades vienen y van y es bueno que así sea—, dijo Esteban

—¡Pero pensando así siento que traiciono a mis amigos!—, se lamentó Julia.


—La alternativa es traicionarte a ti misma—, replicó el hombre.

Tras unos instantes, Esteban intentó explicarse con más claridad para no desconcertar a Julia más de lo que estaba:

En la vida tenemos amigos incondicionales. Los tenemos porque algo muy fuerte nos une a ellos. Generalmente son amigos para siempre. Pero tenemos otros con los que congeniamos en una determinada época y dejamos de hacerlo en otra. Es bueno que los dejemos entrar en nuestras vidas y los dejemos también salir porque las relaciones tienen su recorrido y forzarlas no tiene sentido.

—Pero ¿por qué dejamos de congeniar? No lo entiendo—, apostilló Julia.


En la vida hay cambios: de prioridades, intereses e incluso valores. En esos cambios algunos amigos pueden dejar de encajar. Es algo que ocurre y tenemos que vivir con naturalidad, sin culpa ni sufrimiento—, dejó bien claro Esteban.

—No sé si estoy preparada para perder muchas amistades porque en el fondo me aterra quedarme sola—, dijo ella.


—Como te expliqué antes el problema será si no haces nuevos amigos, Julia.


—Pero no es tan fácil. Con la edad somos menos receptivos—, expresó sus temores Julia.


—Eso es lo que creemos: tenemos la idea de que construimos las amistades de jóvenes, nos dedicamos a mantenerlas y tenemos finalmente que intentar no perder demasiadas. Pero la realidad no funciona así: la construcción de amistades es constante y dura toda la vida. No tenemos que dejar de explorar ni cerrar puertas a nuevas amistades—, aseveró Esteban.

—¿Y los que ya no encajan? ¿Nos los quitamos de encima? Suena tan mal…—, preguntó angustiada Julia.


—No, no hay que hacer nada especial. Se trata de dejar esas amistades en suspenso. A veces te reencuentras y es fantástico. A veces incluso hay una segunda oportunidad para esa amistad.

Julia reflexionaba sobre aquellas ideas. Reconocía que tenían mucho sentido, pero al mismo tiempo se le hacía extraño pensar en dejar una amistad. Esteban lo intuyó rápidamente y se apresuró a añadir:


Lo mejor que se puede hacer con una vieja amistad es agradecer los años vividos juntos y guardar el buen recuerdo, porque forma parte de nuestra vida. Y no hay nada que impida que un día vuelva.

Julia reflexionó entonces. Estaba muy agradecida al lazo con sus compañeros de estudios pero se percataba de que ahora no era una amistad viva. Siempre estarían en su corazón, pero no necesariamente en su agenda en estos momentos. En cambio, la presencia de Esteban era la prueba palpable de que en cualquier instante podía vivir una nueva amistad.

Moraleja: Las relaciones humanas, sean de amistad o amor, no pueden forzarse. Y una vez que surgen debemos cuidarlas y cultivarlas día a día. Pero no debemos esforzarnos en mantenerlas si no hay el feeling necesario y son artificiales. Lo mejor es dejarlas fluir… y que el tiempo decida.

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