“Los trozos de carbón” es el título del relato corto que ocupa las páginas del Newsletter esta semana. Nos enseña una hermosa lección de vida de respeto y consideración hacia nuestros semejantes. Tengámosla siempre presente.
Un día, Jorgito entró a su casa dando patadas en el suelo y gritando muy molesto:
—¡Papá, te juro que tengo mucha rabia! Pedrito no debió hacer lo que hizo conmigo. Por eso le deseo todo el mal del mundo.
Su padre, un hombre simple, pero lleno de sabiduría, escuchaba con calma al hijo quien continuaba diciendo:
—El imbécil de Pedrito me humilló frente a mis amigos. Me gustaría que enfermara para que no pudiese ir más al colegio.
El padre siguió escuchando y se dirigió hacia una esquina del garaje de la casa. Allí tomó un saco lleno de carbón, lo llevó hasta el final del jardín y le propuso a su hijo lo siguiente:
—¿Ves aquella camisa blanca que está en el tendedero? Hazte la idea de que es Pedrito y cada pedazo de carbón que hay en esta bolsa es un mal pensamiento dirigido a él. Tírale todo el carbón que hay en el saco, hasta el último pedazo. Cuando hayas acabado vuelvo para ver como quedó la camisa.
El niño lo tomó como un juego y comenzó a lanzar los trozos de carbón, pero como el tendedero estaba lejos, solo unos pocos impactaron en la camisa.
Cuando el padre regresó le preguntó:
—Hijo, ¿qué tal te sientes?
—Cansado pero alegre. Conseguí darle a la camisa con algunos trozos de carbón.
El padre tomó al niño de la mano y le dijo:
—Ven conmigo, quiero enseñarte algo.
Lo colocó frente a un gran espejo que le permitía ver todo su cuerpo. ¡Qué susto! Estaba negro de arriba abajo y solo se le veían los dientes y ojos. Entonces su padre, dirigiéndose a él, le dijo:
—Como pudiste observar la camisa quedó algo sucia, pero no es comparable a lo sucio que quedaste tú. El mal que deseamos al prójimo se nos devuelve y multiplica. Por más que queramos o podamos perturbar la vida de alguien con nuestros pensamientos, los residuos y la suciedad siempre permanecen en nosotros mismos.
Moraleja: Ten mucho cuidado con tus pensamientos porque ellos se transforman en palabras. Ten mucho cuidado con tus palabras porque ellas se transforman en acciones. Ten mucho cuidado con tus acciones porque ellas se transforman en hábitos. Ten mucho cuidado con tus hábitos porque ellos moldean tu carácter. Y ten mucho cuidado con tu carácter porque de él dependerá en gran medida tu destino.