En tiempos muy remotos, un mercader atravesaba el desierto con toda su mercancía.
Durante una de sus paradas, perdió una mula con toda la carga que llevaba encima.
Él decidió buscarla, porque además que llevaba encima mercancía muy costosa, era una mula que tenía mucho tiempo con él y además era tuerta.
Mientras el mercader buscaba su mula, en el camino se encontró con tres personas que por supuesto él no sabía que eran filósofos y les preguntó:
– Señores, ¿Ustedes por casualidad han visto una mula pasar por aquí? Es que la he perdido…
Ante ese cuestionamiento, uno de los filósofos le preguntó:
– ¿Por casualidad, a esa mula le falta un ojo?
– ¡Sí, es una mula tuerta!- respondió el mercader.
Le preguntó el segundo filósofo: – ¿Y llevaba una carga muy pesada?
– ¡Sí, muy pesada!- contestó el mercader.
El tercer filósofo preguntó:
– ¿Y tenía una herida en el lomo?
El mercader sorprendido les dijo: – Efectivamente, tiene una herida en el lomo que se hizo al rozarse con unas ramas… ¿Ustedes la tienen?
Los filósofos en pleno le respondieron: – No, no vimos su mula-
El mercader se enfureció, porque sintió que esos tres hombres le estaban tomando el cabello y les dijo: – ¡Mentirosos! ¿Cómo pueden saber cómo es mi mula?
Los tres filósofos y el sultán
El mercader se enfureció tanto, que decidió acusar a estos 3 hombres ante el sultán, acusándolos de ladrones.
Cuando se presentaron ante el sultán, este les dijo: – Este mercader dice que ustedes robaron su mula, porque saben de datos muy particulares sobre ella.
Le dijo el primer filósofo: – Sí sultán, yo le dije que su mula estaba tuerta porque vi que el rastro que dejaba en la arena iba de un lado a otro.
– Eso solo ocurre si un animal no ve bien y no es capaz de andar en línea recta.
Contestó el segundo filósofo: – Yo dije que llevaba una carga pesada, porque vi que las huellas en la arena de las pezuñas eran muy profundas.
Y el tercer filósofo le contestó al sultán: – Yo le dije al mercader que tenía una herida en el lomo, porque junto a las huellas, a cada cierta distancia se veía una gota de sangre seca.
El sultán se sorprendido tanto ante las respuestas de los filósofos que decidió que debían quedarse en el palacio.
Pero al día siguiente, los tres filósofos le dijeron al sultán: – Usted es un hombre pobre venido a más…
– La miel que nos dio anoche no es de esta temporada.
– Y la carne de la cena era de un animal salvaje.
Las deducciones de los tres filósofos
El sultán se dolió con los filósofos, ya que era hijo de una esclava y nadie lo sabía.
Así que decidió comprobar si los filósofos habían acertado en las otras dos apreciaciones, ya que en la primera, sabía que era verdad.
Procedió el sultán a llamar al encargado de la miel y él confesó:
– Mi sultán, como no nos quedaba miel usé un tarro de la cosecha pasada.
Igualmente paso con el encargado de la carne, el cuál confesó: – Mi señor, en ese momento no tenía carne de buey, así que usé un lobo muerto que un cazador encontró en el bosque.
El sultán muy inquieto, le preguntó a los filósofos: – ¿Cómo se dieron cuenta?-
Y le contestaron: – La carne estaba dura y se hacía bola – la miel estaba rancia-
– Y creemos que de corazón es un pobre, porque nos dio la misma ración a todos. – Solo los pobres comparten de forma equitativa.
El sultán quedó maravillado y ascendió a los tres filósofos a cargos mayores, convirtiéndolos en sus principales asesores.
“El sentido común y la deducción pueden llegar a ser el más alto grado de la inteligencia”
Moraleja sobre la fábula de los tres filósofos
La moraleja que podemos sacar de esta fábula, es que cuando la observación y el sentido común se unen, hacen una alianza perfecta.
En la fábula de los 3 tres filósofos, podemos observar que estos tres hombres son capaces de averiguar las principales características de un animal, solo con observar su rastro.
El mercader piensa que son ladrones, porque no puede entender que ellos sepan todo eso sin haber visto al animal.
Pero, ciertamente pueden saber muchas a partir de detalles y deducciones que podemos hacer mediante la observación.