AJEDREZ EDUCATIVO – Las ranas contra el sol

Esta semana haremos hincapié en la importancia de nuestros actos y sus consecuencias futuras. Y no solo en nosotros. Lo comprenderemos mejor con la lectura del relato corto elegido para la ocasión, que lleva por título “Las ranas contra el sol”.

Hace millones y millones de años, cuando el mundo comenzaba a ser como hoy lo conocemos, el sol se aburría soberanamente. Por aquel entonces era un astro muy joven, lleno de vitalidad, por lo que las horas allá arriba se le hacían eternas ¡Estaba harto de vivir solo y sin poder hacer nada divertido! Pero lo que más añoraba era vivir un gran amor y compartir su vida con alguien que le quisiera.

Un día se armó de valor y tomó una decisión muy importante: se casaría cuanto antes con una hermosa y reluciente estrellita del cielo. El rumor de la futura boda se extendió por todo el universo y, cómo no, llegó a la Tierra. Todos los animales se alegraron mucho al saber que el sol se había comprometido y le desearon toda la felicidad del mundo. ¿Todos? No; hubo una excepción: las ranas que vivían en una pequeña charca se pusieron a gritar desesperadas nada más escuchar la noticia. La más pequeña de todas, exclamó:

—¡Oh, no, eso no puede ser! ¡No podemos consentirlo!

La que estaba a su lado también dijo horrorizada:

—¡Esa boda no puede celebrarse! ¡Tenemos que impedirla como sea!

Una tras otra fueron expresando su malestar hasta que la más anciana sentenció:

—Es un tema que hay que resolver. Vamos a hablar con los dioses del universo y que sean ellos quienes pongan fin a esta barbaridad.

Dando brincos se dirigieron a la morada de los dioses, que, como siempre, las recibieron con los brazos abiertos.

Venís muy alborotadas y nerviosas. ¿Queréis explicarnos con tranquilidad qué sucede?—, preguntaron los dioses.

La vieja rana se adelantó unos pasos y habló con claridad:

—¡Es que acabamos de enterarnos de que el sol se va a casar dentro de poco!

—Cierto; así es. ¿Algún problema?—, volvieron a inquirir los dioses.

—¡Pues que eso no puede ser!—, respondió la rana anciana.

—¿Por qué no? El sol está en edad de casarse y tener pareja ¡Se merece ser feliz igual que los demás!

La rana explicó entonces la razón de su oposición:

—Todas las ranas le deseamos lo mejor a nuestro querido sol, pero durante los meses de verano sus rayos son abrasadores y eso provoca que muchos ríos y lagos se sequen.

—Bueno, eso son pequeños daños colaterales. ¡El verano es así!

—Ya, pero todos los años durante esa época gran parte del planeta se convierte en puro desierto y los animales no encuentran agua para beber y refrescarse—, explicó la rana.

—El cometido del sol es dar luz y calor. ¡Solo cumple con su trabajo!

—Sí, sí, pero ¿no es suficiente con un solo sol? Si se casa tendrá hijos que crecerán y serán tan grandes como él. Imaginemos que hubiese varios soles. ¡La Tierra no soportaría tanta luz ni tanto calor y acabaríamos todos secos como pasas!

Los dioses cayeron en la cuenta de que el verdadero temor de las ranas era que el sol tuviera hijos y entendieron su preocupación.

—Queridas ranas, tenéis razón. Solo puede haber un sol. Estad tranquilas. Hablaremos con él y pondremos fin a este problema.

En cuanto se fueron las ranas los dioses mandaron llamar al astro rey para explicarle la situación. El pobre sol lloró desconsoladamente al saber que no podría casarse jamás, pero al mismo tiempo comprendió que era por el bien de millones de plantas y animales que vivían en el hermoso planeta azul.

La Tierra está llena de maravillosos seres vivos que existen gracias a mí. ¡Jamás permitiría que nada malo les sucediera! ¡Oh, dioses, tenéis mi palabra de que nunca me casaré ni tendré hijos!—, dijo el sol.

Han pasado millones de años desde que sucedió esta historia y el sol sigue brillando sobre nuestras cabezas y envejeciendo en soledad.

Moraleja: A veces tomamos decisiones que pueden perjudicar a la gente que nos rodea. Tengamos en cuenta que no estamos solo en el mundo y que cualquier paso que demos puede afectar al prójimo. Por ello es necesario pensar concienzudamente lo que vamos a hacer antes de actuar. No solo es por nosotros; también por las consecuencias que nuestros actos puedan causar a los demás. Dejemos a un lado el egoísmo y valoremos todas las opciones que puedan derivarse de cada uno de nuestros actos.
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