Se dice que los negocios son para gente emprendedora y valiente. Y es cierto. Pero no solo los negocios; también la vida y lo que lleguemos a ser en ella. “Las dos semillas” se encargará de recordárnoslo con el enésimo ejemplo.
Dos semillas estaban juntas en el suelo primaveral y fértil. La primera semilla dijo:
—¡Yo quiero crecer! Quiero hundir mis raíces en la profundidad del suelo que me sostiene y hacer que mis brotes empujen y rompan la capa de tierra que me cubre. Quiero desplegar mis tiernos brotes como estandartes que anuncien la llegada de la primavera. ¡Y también quiero sentir el calor del sol sobre mi rostro y la bendición del rocío de la mañana sobre mis pétalos!
Y así creció y dejó de ser semilla para convertirse en flor.
La segunda semilla dijo:
—Tengo miedo. Si envío mis raíces a que se hundan en el suelo no sé con qué puedo tropezar en la oscuridad. Si me abro paso a través del duro suelo puedo dañar mis delicados brotes. Si dejo que mis capullos se abran tal vez un caracol intente comérselos. Si abriera mis flores quizás algún chiquillo me arrancará del suelo. No; es mucho mejor esperar hasta un momento seguro.
Y así esperó y siguió siendo semilla.
Una gallina que a comienzos de la primavera escarbaba el suelo en busca de comida encontró la semilla que esperaba y sin pérdida de tiempo se la comió.
Moraleja: A los que se niegan a arriesgarse y crecer los devora la vida.