El relato de esta semana, titulado “Las dos manzanas”, es uno de los más breves de cuantos hemos traído hasta la fecha, pero encierra una enseñanza para que sigamos confiando en la bondad humana.
Lili había ido con su familia a pasar un día en el campo. La primavera había llegado y, como cada año, tras los rigores del invierno volvía a disfrutar de juegos al aire libre en medio de la naturaleza.
Después de un largo rato jugando con sus hermanos y primos decidió retirarse a descansar a la sombra de un robusto manzano. Vio que de sus ramas colgaban manzanas rojas maduras, de excelente aspecto y a buen seguro muy apetitosas. Pero las ramas de las que colgaban estaban a mucha altura para su mano.
Cuando estaba ideando la manera de hacerse con alguno de estos manjares cayeron a la hierba casi al mismo tiempo dos manzanas cuyo peso no habían podido soportar las ramas en las que se sujetaban. Lili las agarró justo en el momento en que se acercó su madre. Con una sonrisa en la cara se dirigió a su hija:
—¡Qué ricas parecen, hija! ¿Te importaría darme una?
Sin mediar contestación alguna la niña mordió rápidamente una y a continuación la otra. A la madre se le congeló la sonrisa con la reacción de su pequeña y mirando a Lili trató de ocultar su decepción.
Pero ante la sorpresa de la mujer Lili le ofreció una de las dos manzanas mientras le decía con todo su amor:
—Toma mami. Esta es la más dulce de las dos.
Moraleja: Por más conocimientos o experiencia que tengamos en la vida nunca hagamos juicios previos. Ofrécele a tu prójimo la oportunidad de dar una explicación porque lo que tu entendimiento percibe podría no corresponderse con la realidad. Demos una oportunidad a la bondad del ser humano.