Dar para ayudar al prójimo. Pero dar también para recibir. Es una de las máximas que aprendemos con los años y en base a nuestra experiencia. En el relato corto de esta semana, de título largo y moraleja corta y a la vez rotunda, lo comprobaremos.
Renato vio a la señora fuera del coche detenido en el arcén. Llovía fuerte y era de noche, pero se dio cuenta de que necesitaba ayuda. Frenó, se bajó del auto y se acercó.
Al verlo acercarse la mujer pensó que podía ser un asaltante. Parecía pobre y hambriento. Y es que el aspecto de Renato reflejaba su condición económica, no demasiado boyante, precisamente. Pero Renato, al observarla asustada, le dijo para tranquilizarla:
—Estoy aquí para ayudarla. No se preocupe. Supongo que necesita ayuda.
Y así era. La señora había pinchado una rueda y siendo de edad avanzada no podía valerse por sí sola para cambiarla. Renato, entonces, se agachó, colocó el gato y levantó el vehículo. Un rato después ya había solucionado el problema.
Al acabar su trabajo la mujer le preguntó cuánto le debía. Renato, que no pensaba en el dinero, le respondió:
—Si realmente quiere pagarme, la próxima vez que encuentre a alguien que precise ayuda, désela y acuérdese de mí.
La mujer se montó en su coche y lo puso en marcha. Pocos kilómetros más adelante se detuvo en un pequeño restaurante. Nada más verla la camarera le llevó una toalla limpia para que secase su pelo, aún mojado por la lluvia que le había caído durante su espera, y dedicó una dulce sonrisa. La mujer vio que la camarera se hallaba en avanzado estado de gestación; embarazada de siete u ocho meses. Tal vez sentía dolores en su cuerpo, pese a lo cual no dejó de sonreír y dirigirse a su clienta con exquisita amabilidad, lo cual maravilló a la mujer. Entonces, recordó a Renato…
Al terminar de comer y mientras la camarera buscaba cambio, la señora se marchó. Cuando la camarera volvió no la vio, pero sí una nota escrita sobre la servilleta. Y junto a esta una ristra de billetes grandes, apilados los unos encima de los otros. Una pequeña fortuna. Mientras la leía se le humedecieron los ojos:
—No me debes nada; yo tengo bastante. Alguien me ayudó hoy cuando más lo necesitaba, y de la misma forma te estoy ayudando ahora. Si quieres agradecérmelo solo te pido que ayudes a alguien que también lo necesite.
Aquella noche, al llegar a su casa, se acostó cansada tras la dura jornada laboral. Su marido ya dormía, pero ella, antes de conciliar el sueño, se quedó pensando en el dinero y la nota que le había dejado la distinguida señora. Toparse con ella había sido una bendición. La situación económica en su casa era difícil y la llegada del bebé la complicaría aún más. Era como si su clienta hubiese adivinado lo importante que era para ella ese capital. Sonrió…
En ese momento su esposo se despertó y al verla con los ojos abiertos le preguntó, somnoliento:
—¿Ocurre algo, querida?
A lo que ella respondió:
—Nada, cariño. Todo nos va a ir muy bien, Renato.
Moraleja: La vida es así. Como un gran espejo. Todo lo que das vuelve a ti. Sé también un espejo de amor para los demás y tendrás una vida feliz. Algunos lo llaman karma…