¿Estás a punto de afrontar un nuevo reto? En caso afirmativo lee con atención el relato corto de esta semana, “La roca y el mar”, y nunca olvides la conclusión a extraer de su lectura, especialmente en aquellos momentos en los que cunde el desánimo.
Caminaban una mañana por la playa solitaria un anciano y un joven cabizbajo.
—Tu rostro refleja gran tristeza. ¿Qué te sucede?—, le preguntó el anciano.
—Nada me sale bien. Los planes que he hecho no resuelven mi situación económica. No soy más que un fracasado y para colmo de males ayer mi novia me dejó—, se lamentaba el muchacho.
—Es importante que aprendas a mantenerte firme y sepas enfrentar serenamente las dificultades de la vida—, le respondió el viejo.
—Siempre lo he hecho, pero esta es vez los contratiempos son demasiado grandes y estoy cansado de luchar en vano durante tanto tiempo—, apostilló el chico.
—Ven, vamos a sentarnos debajo de aquel árbol. Deseo que reflexiones sobre una pequeña historia que voy a contarte. Procura escucharla atentamente para que no la olvides—, le dijo el anciano. Y ambos se encaminaron hacia el lugar señalado.
—Hace incontables años se erguía una roca inmensa a orillas del mar. Un día su mirada arrogante se posó en el agua y dijo con voz poderosa y despectiva: “Yo he sido creada para reinar y tú, mar, para acariciarme servilmente”.
Sonrió el mar y continuó acariciando a la roca con constancia. Esta reía complacida y segura de su poder, con tal arrogancia, que el viento se indignaba y soplaba con furia sobre el mar, lanzando sus aguas contra el peñasco. Pero a los pocos días se retiraba cansado al ver que la roca continuaba riendo en medio de la tempestad. No hacía más que alejarse el viento y de inmediato el mar continuaba acariciando a la roca suavemente.
Así se mantuvo sin frustrarse ni un segundo durante incontables años, con una voluntad que no disminuían el tiempo, la risa burlona y los insultos de la roca.
—Este es el mar de nuestra historia—, concluyó el anciano.
—¿Y qué fue de la roca?—, preguntó el joven.
—Mira—, dijo el viejo tomando en su mano un puñado de arena.
—En esto la convirtió la perseverancia del mar.
Moraleja: La constancia del mar, que logró que con el tiempo pudiese vencer a la roca, nos enseña que debemos tener una actitud perseverante para cualquier actividad que nos propongamos en la vida.