AJEDREZ EDUCATIVO – La Cumbre de la Atención

“La Cumbre de la Atención” es un cuento corto del escritor Francesc Miralles que nos habla de esos picos tan altos y difíciles de escalar que hacen que la persona que baja ya no sea la misma que subió.

Desde que se había iniciado en el montañismo Sarahhabía oído hablar más de una vez de una cima oculta por las brumas que pocos alpinistas se habían aventurado a ascender. Los relatos de quienes habían pisado aquella cumbre eran vagos e inconexos. Ni siquiera era un monte que saliera en los mapas. Solo había informaciones confusas sobre un lugar que, al parecer, emergía entre la niebla para luego volver a desaparecer. Algunos la llamaban la Cumbre de la Atención.

Solitaria por naturaleza, Sarah invertía todo su tiempo libre en coronar nuevas cimas sin ayuda de nadie. Camino de su objetivo, a veces se cruzaba con otros montañeros que le contaban sus aventuras. Ella los escuchaba brevemente y enseguida se despedía para reemprender su camino. Sin embargo, nadie había sido capaz aún de darle indicaciones precisas que la condujeran hasta la Cumbre de la Atención. Pero su suerte estaba a punto de cambiar…

Al refugiarse de un chaparrón bajo una cabaña sin puertas, encontró a un anciano que le preguntó:

—¿Te has perdido? Tal vez pueda ayudarte. He pisado hasta el último palmo de estos lares. ¿Adónde deseas ir?

Sarah, movida por la curiosidad, le preguntó:

—¿Cómo se va a la Cumbre de la Atención?

Con mucho valor—, se limitó a responder el viejo.

—Llevo años ascendiendo montañas con sol, lluvia o nieve. No utilizo guías. Valor me sobra—, se justificó Sarah.

Eso es meritorio, mas no significa que estés preparada para conquistar la Cumbre de la Atención—, replicó el anciano.

—¿Dónde está?—, volvió a preguntar Sarah, poseída por una curiosidad que crecía conforme discurría la conversación.

—Sigue el sendero que baja desde aquí. Cuando llegues a lo más hondo del valle verás un camino flanqueado por piedras grises que conduce a la cima de un pequeño cerro. Síguelo. Si tienes suerte, la Cumbre de la Atención se te mostrará.

Sarah dio las gracias al anciano y siguió sus indicaciones. Al llegar al punto más bajo buscó el camino que le había comentado el viejo hasta dar con la senda perfilada por piedras grises de distintos tamaños y formas. Emocionada, Sarah inició la subida con la esperanza de que pronto apareciera la misteriosa montaña.

Llegó a la cima del cerro en quince minutos. Pero desde aquel mirador no se divisaba ninguna otra elevación. Mientras maldecía al anciano se fijó en una construcción que había allí. Era una casita redonda de ladrillo con un tejado de estilo oriental. Aunque imaginó que estaba deshabitada no dudó en llamar por si podían darle alguna indicación más certera.

Para su sorpresa, medio minuto después de haber llamado al timbre, le abrió la puerta una dama de aspecto inglés.

—Disculpe, señora. Estaba buscando la Cumbre de la Atención, pero supongo que me he equivocado en la ruta.

En absoluto. Has acertado de pleno. Estás en la Cumbre de la Atención. ¿No quieres pasar?—, le replicó la distinguida señora con voz suave.

Asombrada, siguió a la mujer al interior de aquella casa, que solo constaba de un espacio circular con decenas de espejos en las paredes. Sarah se sintió incómoda al ver su imagen repetida en todos ellos. De repente se vio ojerosa y despeinada, con el bajo de los pantalones cubierto de barro, consecuencia de la caminata que la había llevado hasta allí.

Antes de que Sarah dijese nada la anfitriona de tan peculiar vivienda le dijo:

Esperabas encontrar una cumbre de difícil acceso, un lugar que aparece y desaparece en la bruma, donde se experimentanemociones fuertes. Pues eso es lo que tienes aquí. Esta casa de espejos es una invitación a descubrirte. Es difícil acceder hasta uno mismo porque ocupamos el día en mil cosas y no tenemos tiempo para examinar quiénes somos y qué hacemos. La imagen clara de uno mismo aparece y desaparece en la bruma porque pocas veces tenemos el valor de mirarnos a la cara para saber qué queremos de verdad.

Impresionada por aquellas palabras, Sarah se dio cuenta de que nunca se había preguntado de forma sincera qué esperaba de la vida. Tal vez por eso había acabado apartada de los demás. La pasión por el alpinismo le había bastado hasta el momento, y ahora, inesperadamente, descubría la existencia de otra clase de ascensión.

Cuando llegas al mirador mental que te permite verte con distancia te das cuenta de quién eres, de lo que haces bien y mal y de tus prioridades. Es una experiencia tan fuerte como subir a un altopico, puesla persona que baja ya no será la misma—, concluyó la dama.

Tras dar las gracias a la anfitriona, empezó a bajar aquel modesto cerro con la intención de, en lo sucesivo, subir hasta su conciencia mucho más a menudo.

Moraleja: Cada cierto tiempo es muy recomendable dejar todo lo que tenemos entre manos para dedicar unos minutos a la reflexión y preguntarnos cuál es nuestro objetivo en la vida y si estamos actuando de forma correcta en pos de ese objetivo. En definitiva, conociéndonos a nosotros mismos, como rezaba el lema que aparecía en la entrada del templo de Apolo en Delfos. Tras la reflexión seremos otros. Mucho mejores.

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