AJEDREZ EDUCATIVO – La carreta vacía

El relato corto de esta semana, titulado “La carreta vacía”, versa sobre humildad, modestia, egos y soberbia. Virtudes y defectos inherentes a la condición humana. La cara y la cruz de la misma moneda. De nosotros depende que salga siempre cara.

Un niño caminaba con su padre por un camino en el campo. De repente, el hombre se detuvo y tras un breve silencio le preguntó a su hijo:

—Dime, hijo. Además del trinar de los pájaros, ¿escuchas alguna cosa más?

El niño agudizó sus oídos, prestó suma atención y apenas unos segundos más tarde contestó:

—Sí, padre. Estoy escuchando el ruido de una carreta.

—Exactamente. Es una carreta. Una carreta vacía—, apostilló el hombre.

Sorprendido por la contestación recibida, el niño preguntó a su padre:

—¿Y cómo sabes que es una carreta vacía si aún no la hemos visto?

—Es muy fácil saber cuándo una carreta está o no vacía. Para ello no necesitamos el sentido de la vista sino el del oído. Solo hay que escuchar. Cuanto más vacía está mayor es el ruido que hace—, le dijo con el convencimiento de quien sabe que está en lo cierto.

El niño se convirtió en adulto y gracias a aquella conversación que había mantenido con su padre años atrás, siempre ha sabido distinguir a una persona con un interior rico en valores de otra que carece de estas virtudes. Cuando observa a alguien hablando demasiado, interrumpiendo la conversación de todos, siendo prepotente, presumiendo de lo que tiene y haciendo de menos a la gente, recuerda las sabias palabras de su padre:

—Cuanto más vacía va la carreta, mayor es el ruido que hace.Moraleja: La humildad consiste en callar nuestras virtudes y permitirle a los demás descubrirlas. Nadie está más vacío que quien está lleno de “yo mismo”. Seamos lluvia serena y mansa que llega profundamente a las raíces, en silencio, nutriendo.

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