AJEDREZ EDUCATIVO – El zorro y el espino

Los amigos desempeñan un papel decisivo en la vida de las personas. A veces, tanto o más que la educación que recibimos de nuestros padres. Por eso es tan importante saber acertar en su elección. Su presencia e influencia condicionan nuestras vidas para bien o para mal.

Érase una vez un zorro que vivía en el bosque. Era joven y gozaba de buena salud, así que se pasaba las horas corriendo por la hierba, husmeando entre las zarzamoras, escarbando dentro de las toperas, y descubriendo misteriosos escondrijos. Por el día jugaba mucho pero por la noche su actividad era aún más frenética. Mientras la mayoría de los animales dormían en sus madrigueras el incansable zorrito aprovechaba para encaramarse a los árboles y saltar de rama en rama como si fuera un equilibrista de circo.

Durante meses disfrutó de lo lindo haciendo estas piruetas nocturnas pero llegó un momento en que se aburrió y decidió intentar una proeza realmente arriesgada: escalar una altísima montaña por la parte más rocosa. Se trataba de un reto peligroso para alguien de su especie, pero lejos de acobardarse sacó pecho y se lanzó a la aventura.

Una noche el valiente animal comenzó a subir la ladera cubierta de piedras. Logró su objetivo en apenas tres horas, por lo que llegó con tiempo de sobra para ver amanecer. Las cabras, hasta ese momento únicos seres capaces de realizar semejante hazaña, se quedaron perplejas cuando supieron que un pequeño zorro había alcanzado la cumbre en tiempo record y sin apenas esfuerzo.

Como es lógico, lo primero que hizo al llegar arriba fue celebrarlo dando botes y gritando de alegría. Se sentía muy orgulloso de sí mismo. Después hizo un esfuerzo por tranquilizarse, y cuando consiguió bajar las pulsaciones de su corazón y respirar con cierta normalidad, se sentó a disfrutar de la salida del sol. Con el mundo a sus pies se sintió el rey de la montaña.

Tras un rato de contemplación y meditación decidió que había llegado la hora de regresar a su hogar. Pegó un salto para levantarse y entonces sucedió algo terrible: por un descuido resbaló y empezó a caer montaña abajo dando más botes que una pelota. Rodó y rodó durante un par de minutos que le resultaron interminables, mientras gritaba pidiendo auxilio.

Cuando estaba a punto de llegar al final y darse el tortazo del siglo pasó junto a un arbolito cubierto de flores blancas. Demostrando buenos reflejos estiró las patas delanteras y se agarró a él desesperadamente. En ese mismo instante sintió un dolor muy intenso en los dedos. Y es que el arbusto era un espino que, como todos ellos, tenía las ramas cubiertas de afiladísimas púas que se clavaron sin piedad en las patas del zorro.

—¡Ay, qué dolor!… ¡Maldita planta!

Al escuchar estas palabras, el espino se mostró muy ofendido y le respondió:

—Perdona que te diga, pero no sé de qué te quejas. Te sujetaste a mí porque te dio la gana. Nadie te obligó.

Con los ojos bañados en lágrimas el zorro se lamentó:

—¿Cómo no me voy a quejar? Solicité tu ayuda porque estaba a punto de matarme, ¿y de esta forma me tratas? Eres cruel. Me has herido a traición y ahora tengo las patas ensangrentadas y llenas de agujeros.

El orgulloso espino, con gesto enfadado, le replicó:

—¡Por supuesto que te he pinchado! ¿Sabes por qué? ¡Pues porque soy un espino! Hago daño a todo el que se me acerca y tú no eres una excepción.

El maltrecho zorro puso cara de no entender muy bien la situación, así que la planta volvió a dejar muy clara su manera de ser, vivir la vida y sentir:

—Estoy siendo muy sincero contigo. Soy como ves y no voy a cambiar, así que lo mejor que puedes hacer es alejarte de mí para siempre. Y un consejo te voy a dar: la próxima vez que necesites que alguien te eche una mano recuerda elegir mejor al amigo que te pueda ayudar.

El zorro se quedó en silencio y se puso a reflexionar sobre las palabras que acababa de escuchar. Finalmente, y a pesar de la frustración, la pena y el dolor que estaba sintiendo, fue capaz de comprender lo que el espino le quería decir

Moraleja: A lo largo de la vida conocemos a infinidad de personas. La mayoría suelen ser amigables y honestas, es decir, seres humanos que se esfuerzan por hacer del mundo un lugar mejor. Pero también es cierto que a veces topamos con otras que solo piensan en sí mismas, hacen daño sin pensar en las consecuencias y son incapaces de sentir empatía por los demás y abrir su corazón para ponerse en el lugar del otro.

Tú tienes capacidad para elegir a la mayoría de tus amigos, para decidir quién es la gente de confianza con la que quieres compartir los momentos más importantes de tu existencia, así que procura rodearte de personas bondadosas que te respeten y quieran de verdad. Aprenderás buenos valores, serás mucho más feliz, y si alguna vez necesitas consejo o tienes un problema importante estarán a tu lado para ayudarte y demostrarte su amor sincero.

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