Un nuevo relato sobre un viejo tema del que ya hemos hablado y tratado en alguna ocasión anterior, pero que siempre es bueno recordar: lo fácil que es ofender y destruir al prójimo y lo complicado que resulta el proceso contrario una vez hecho el daño. “El saco de plumas” nos pone en alerta para que no caigamos en el error.
Cuentan que una vez hubo un hombre, que roído por la envidia ante los éxitos de su amigo vertió una gran cantidad de calumnias contra su persona. Tiempo después se arrepintió de la ruina que había ocasionado a su amigo y confesó su culpa al hombre más sabio del lugar, esperando que este le diese la respuesta indicada.
Su confesor le explicó que había robado a su amigo el mayor valor que una persona tiene ante la sociedad, como son su dignidad, reputación y buen nombre.
—¿Cómo puedo reparar todo el mal realizado a mi amigo? ¿Qué puedo hacer?—, preguntó compungido.
A lo que el anciano respondió:
—Toma un saco llena de plumas y suéltalas allá por donde vayas. Y una vez que lo hayas hecho, vuelve ante mí.
El hombre, muy contento ante aquella orden tan fácil, salió rápido fuera de la ciudad en busca de una granja. Una vez que consiguió el saco lleno de plumas, regresó a ella, y sin esperar ni un minuto más, empezó a pasearse por las calles lanzando al aire, en todas direcciones, las plumas que llevaba en su interior. Cuando lo vació completamente volvió a casa del viejo al que había confesado su culpa y lleno de satisfacción le dijo:
—Bueno, ya he hecho lo que me mandó esta mañana.
Pero cual fue su sorpresa cuando el anciano le contestó:
—No del todo. Esa solo es la parte más fácil. Ahora debes volver a las mismas calles en las que soltaste las plumas e ir recogiéndolas una a una hasta que vuelvas a tener el saco lleno. Cuando sea así ven a verme de nuevo.
El hombre se sintió muy triste, pues sabía lo que eso significaba. Y por más empeño que puso no pudo juntar casi ninguna pluma de las que había dejado caer.
Al volver ante el sabio puso en conocimiento de este lo sucedido con profunda pena y verdadero arrepentimiento, a lo cual este le indicó:
—Del mismo modo que no pudiste juntar las plumas que soltaste porque se las llevó el viento, así la calumnia que proferiste a tu amigo voló de boca en boca y jamás podrá recuperar del todo la reputación que quitaste. Lo único que puedes hacer es pedirle perdón a tu amigo y hablar de nuevo con aquellas personas ante las que lo calumniaste, diciéndoles la verdad, para reparar en la medida de lo posible el daño que le has causado a tu amigo y tratar de restituir en la medida que puedas su reputación.