A buen seguro que tras la lectura de “El punto negro” sabremos valorar más y mejor a nuestros semejantes y poner en valor sus virtudes. Somos humanos y, como tales, tenemos por una parte buena y otra menos buena. Pongamos especial énfasis en las bondades y dispensemos a los demás el trato que les corresponda a tenor de estas.
Cierto día un profesor entró en el aula y le dijo a sus alumnos que se prepararan para una prueba inesperada. Todos se sentaron en sus pupitres, esperando temerosos el examen. Entonces, el profesor fue entregando las hojas con el texto boca abajo, como era su costumbre. Después de que todos hubiesen recibido la hoja les pidió que le dieran la vuelta. Sorprendentemente para todos, no había ninguna pregunta o texto escrito; tan solo un punto negro de unos 2 cm. de diámetro en el centro de la hoja.
El profesor, viendo la expresión de sorpresa que sus alumnos tenían, les dijo:
—El examen consiste en que escribáis un comentario sobre lo que estáis viendo.
Todos los alumnos, confundidos, comenzaron entonces la curiosa y extraña tarea. Terminado el tiempo, el maestro recogió las hojas, se puso delante de la clase y comenzó a leer las redacciones, una a una, en voz alta.
Todas las respuestas, sin excepción, se centraban el punto negro, intentando dar explicaciones de su presencia en el centro de la hoja. Terminada la lectura, con el aula en silencio, el profesor comenzó a explicar:
—Esta prueba no cuenta para nota; solo sirve de lección para todos. Nadie de vosotros se ha referido a la hoja en blanco. Todos habéis centrado vuestra atención en el punto negro, obviando que el 99% de la superficie de la hoja es de un blanco impoluto.
Moraleja: Por desgracia, esta suele ser nuestra actitud a diario: solo prestamos atención a los defectos del prójimo, a aquello que emborrona o afea su condición, ignorando sus virtudes, aquellas cualidades dignas de elogio; la parte “blanca” que ocupa casi todo su corazón y se manifiesta en la mayoría de sus actos.