AJEDREZ EDUCATIVO – El niño y los dulces

El relato corto de esta semana nos pondrá en alerta sobre los peligros que encierra la codicia y nos recordará que en la moderación está la virtud.

Había un niño muy goloso que siempre estaba deseando comer dulces. Su madre guardaba un recipiente lleno de caramelos en lo alto de una estantería de la cocina y de vez en cuando le daba uno, pero los dosificaba porque sabía que no eran muy saludables para sus dientes.

El muchacho se moría de ganas de hacerse con el recipiente, así que un día que su mamá no estaba en casa arrimó una silla a la pared y se subió a ella para intentar alcanzarlo. Se puso de puntillas y manteniendo el equilibrio sobre los dedos de los pies cogió el tarro de cristal que tanto ansiaba. ¡Objetivo conseguido!

Bajó con cuidado y se relamió pensando en lo ricos que estarían deshaciéndose en su boca. Colocó el tarro sobre la mesa y metió con facilidad la mano en la abertura ¡Quería coger los máximos caramelos posibles y darse un buen atracón! Agarró un gran puñado, pero cuando intentó sacar la mano se le quedó atascada en el cuello del recipiente.

—¡Oh, no puede ser! ¡Mi mano se ha quedado atrapada dentro del tarro de los dulces!—, dijo lamentándose.

Hizo tanta fuerza hacia afuera que la mano se le puso roja como un tomate. Nada; era imposible. Probó a girarla entonces hacia la derecha primero y la izquierda después, pero tampoco resultó. Sacudió el tarro con cuidado para no romperlo, pero la manita seguía sin salir de allí. Por último, intentó sujetarlo entre las piernas  para inmovilizarlo y tirar del brazo, pero ni con esas.

Desesperado, se tiró al suelo y empezó a llorar amargamente. La mano seguía dentro del tarro, y, por si fuera poco, su madre estaba a punto de regresar y se temía que le iba a echar una bronca de campeonato.

Un amigo que paseaba cerca de la casa escuchó los llantos del chiquillo a través de la ventana. Como la puerta estaba abierta entró. Lo encontró pataleando de rabia y fuera de control.

—¡Hola! ¿Qué te pasa? Te he oído desde la calle—, le preguntó.

—¡Qué desgracia! ¡No puedo sacar la mano del tarro de los caramelos y me los quiero comer todos!—, le respondió.

El amigo sonriéndole le dijo:

—La solución es más fácil de lo que piensas. Suelta algunos caramelos del puño y  confórmate sólo con la mitad. Tendrás caramelos de sobra y podrás sacar la mano del cuello del recipiente.

El niño así lo hizo. Se desprendió de la mitad de ellos y su manita salió con facilidad. Se secó las lágrimas y cuando se le pasó el disgusto, compartió los dulces con su amigo.

Moraleja: A veces nos empeñamos en tener más de lo necesario y eso nos trae problemas. Hay que ser sensato y moderado en todos los aspectos de la vida. Recuerda: la avaricia rompe el saco. 

× ¿Cómo puedo ayudarte?