Ser nosotros mismos en todas las situaciones y circunstancias y no perder nuestra esencia. Es la primera lección que nos traen los relatos cortos en el recién estrenado 2022. El de hoy se titula “El monje y el escorpión”, y con su lectura queremos desearos un feliz año tanto en lo personal como en materia ajedrecística. Y que nunca dejéis de ser lo que sois.
Un monje budista que vivía en la India paseaba junto a uno de sus discípulos por la orilla de un río. Durante su caminar vio cómo un escorpión había caído al agua y se estaba ahogando, pese a los reiterados esfuerzos por salvar su vida. El sabio tomó entonces la decisión de salvarlo sacándolo del río. Metió sus pies en el agua, alargó el brazo y lo tomó en su mano. Pero una vez lo tuvo atrapado el animal le picó. El intenso dolor hizo que el monje soltara al escorpión, que volvió a caer al agua.
Sin embargo, el sabio volvió a intentar sacarlo, para lo cual procedió del mismo modo que segundos antes. Y al igual que entonces, cuando lo tenía a salvo en su mano el animal volvió a picarle, provocando con ello que el monje, involuntariamente, lo dejase caer.
Lejos de desanimarse o desistir en el intento el viejo sabio volvió a la carga y buscó salvar la vida de tan ingrata víctima. Por tercera vez recogió al escorpión de las aguas del río y por tercera vez aquel clavaba su afilado aguijón en la mano del hombre.
Preocupado ante el proceder de su maestro, el discípulo del monje, que hasta entonces había permanecido en silencio, le preguntó por qué insistía y continuaba haciéndolo, a la vista de que el animal siempre le picaba. El monje, sonriendo, le respondió que en la naturaleza del escorpión está picar a quienes le rodean, mientras en la suya está ayudar al que lo necesite.
Moraleja: Por más daño que nos causen los demás no debemos abandonar nuestros principios, dejar de ser quienes somos ni actuar contra lo que somos. Tomemos precauciones contra aquellos que buscan herirnos, pero nunca nos pongamos a su altura.