AJEDREZ EDUCATIVO – El león enfermo y los zorros

Jean de la Fontaine fue un escritor y novelista del siglo XVII que alcanzó fama con sus fábulas. Una de ellas, “El león enfermo y los zorros” nos recuerda que, aunque confiemos en el prójimo y su buena voluntad, conviene recelar de quienes anuncian grandes promesas.

En la sabana africana el león era el rey de los animales. Todas las especies le obedecían y se aseguraban de no faltarle al respeto, pues si se enfadaba, las consecuencias podían ser terribles.

Un día el león cayó enfermo y fue atendido por su médico de confianza, que siempre encontraba el remedio adecuado para cada mal. Después de tomarle la temperatura y la tensión, decidió que lo que necesitaba su paciente era reposar durante al menos cuatro semanas. El león obedeció sin rechistar, sabedor de los conocimientos de su doctor.

Pero el león se aburría soberanamente. Debía permanecer encerrado en su cueva todo el día, sin nada que hacer, sin poder pasear y sin compañía alguna, pues no tenía pareja ni hijos. Para entretenerse, se le ocurrió una idea. Llamó a su hermano, que era su mano derecha en todos los asuntos reales, y le dijo:

Quiero que hagas saber a todos mis súbditos que todas las tardes recibiré a un animal de cada especie para charlar y pasar un rato agradable. Es muy importante que dejes claro que todo el que venga será respetado. Diles que no teman, que no les atacaré.

En cuestión de horas, todos los animales fueron informados, y la mayoría sintieron que era un honor haber sido invitados.

Se organizaron por turnos y un representante de cada especie acudió a visitar al león: una cebra, un ñu, un puma, una gacela, un oso hormiguero, una hiena, un hipopótamo…

A los zorros les tocaba el último día y aún no tenían muy claro quién sería el afortunado en acudir en representación de los demás. Se reunieron para decidirlo y cuando estaban en ello, un joven zorro apareció gritando:

—¡Un momento, escuchadme todos! ¡No os precipitéis! Llevo unos días husmeando junto a la cueva del león y he descubierto que el camino que lleva a la entrada está lleno de huellas de diferentes animales.

Sus compañeros lo miraron estupefactos. El jefe del clan le replicó:

—El rey ha estado recibiendo animales de todas las especies. Es lógico que el sendero esté cubierto de pisadas.

El zorrito, sofocado, explicó:

—¡Ese no es el dilema! Lo que me preocupa es que todas las huellas van en dirección a la entrada, pero no hay ninguna en dirección opuesta ¡Eso significa que quien entró nunca salió! Sé que el león prometió no atacar a nadie, pero su palabra de rey no sirve. Al fin y al cabo, es un león y se alimenta de otros animales.

Gracias al zorrito observador, sus compañeros se percataron del peligro y decidieron cancelar la visita para no jugarse la vida. Hicieron bien, pues estaban en lo cierto. El león había invitado a todos los animales con buenas intenciones, pero al final no había podido reprimir su instinto salvaje y los había devorado. Los zorros avisaron al resto de especies y tuvo que pasar el resto de su convalecencia solo. Los animales jamás volvieron a acercarse a su cueva.

Moraleja: Desconfiemos de los charlatanes que con su simpatía y verbo fácil tratan de disuadirnos para ganar nuestra confianza. Y, especialmente, desconfiemos de aquellos que prometen cosas que quizá no puedan cumplir, porque lo habitual es que no cumplan sus promesas.

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