Hoy os traemos una fábula del célebre Esopo, la del león enamorado, que siempre estará de actualidad en las relaciones humanas y que habla del respeto que nos debemos a nosotros mismos y nuestra condición.
Un león se había enamorado de la hija de una cebra y le pidió en matrimonio. El padre de la cebra, temeroso del león enamorado por ser un fiero animal, no podía oponerse a la oferta de casamiento por el temor que el león le inspiraba y las posibles represalias en caso de negativa. Pero tampoco le agradaba entregar a su hija a un animal tan feroz por muy poderoso que fuese.
Entonces ideó una treta: como el león enamorado no dejaba de insistirle le dijo que le parecía digno, como rey de la selva que era, para ser el esposo de su hija. Aunque para dar su bendición al matrimonio antes debería cumplir al menos con las siguientes condiciones: arrancarse los dientes y cortarse sus afiladas uñas, porque eso era lo que atemorizaba a su hija y le preocupaba al padre de la cebra. El león entonces aceptó los sacrificios impuestos porque la amaba de verdad.
Una vez que el león llevo a cabo lo solicitado volvió a presentarse ante el padre de su prometida, sin dientes ni garras, sus temibles armas. El padre de la cebra, al verlo desvalido, lleno de desprecio por él, lo echó de allí a golpes.