Con “El general y su reliquia”, una antigua historia japonesa que traemos esta semana, recordaremos algo que en ocasiones olvidamos: qué es lo más valioso de todo lo que nos acompaña en nuestra existencia.
En Japón vivía un viejo general que era muy respetado por todos. Desde muy joven se había labrado una gran fama en la región por las incontables batallas ganadas con su ejército. Pero ahora que estaba viejo y se había retirado a su casa de las montañas, su único pasatiempo era salir a caminar y contemplar el atardecer desde la ventana de su dormitorio. De vez en cuando recibía a jóvenes a los que entrenaba en el arte de la guerra. Y a veces, también le había dado una lección a otros que se acercaban a fanfarronear y querían desafiarlo, pues seguía siendo muy bueno con la espada.
Un día, el general recibió en su vivienda a un amigo suyo. Se trataba de un monje budista que había cultivado el arte de la serenidad. Cuando el viejo militar lo recibió sintió mucha alegría. Le mostró cada una de las habitaciones, preparó una cama para él y luego se sentaron juntos a beber el té.
Esa noche, mientras hablaban y el general preparaba la cena, estuvo a punto de tirar por accidente una vasija que había colocado en la mesa.
—¡Válgame el cielo! ¡Por poco y se me rompe este jarrón!—, dijo asustado.
Y el monje, sorprendido de verlo tan espantado por vez primera, le preguntó:
—¿Por qué te preocupas tanto por esa vasija? No es más que un objeto viejo.
Un poco ofendido, el general replicó:
—Es que para mí es más que un objeto viejo. Es una reliquia que gané en una de mis primeras batallas. En aquella época era todavía un joven muy temeroso e inexperto. Verla me hace recordar lo mucho que he mejorado desde entonces.
—Ciertamente has mejorado muchísimo—, le comentó su invitado.
Y añadió:
—Te convertiste en el general más respetado de Japón. Tienes prestigio, honor y has demostrado que no temes a nada. Combatiste contra los más grandes ejércitos y ganaste guerras que se creían perdidas. ¿Y aún así vas a decirme que tienes tanto miedo de que un simple objeto se rompa? Amigo mío, tú eres mucho más que eso. Tu valor como persona se encuentra dentro de ti, no en las reliquias que hayas acumulado.
Tras escuchar estas palabras, el general se quedó reflexionando y llegó a la conclusión de que el monje tenía razón. Estaba cansado de preocuparse por aquel jarrón, como si al quebrarse fuera a perderlo todo.
Finalmente, decidió estrellarlo contra el suelo y decidió que de ahora en adelante, se valoraría más por lo que llevaba en el interior.
Moraleja: A veces concedemos a los detalles insignificantes más importancia de la que merecen, olvidándonos por un instante de lo que verdaderamente somos y podemos hacer. Tenemos más valía e importancia que las cosas que poseemos. Nuestro talento y valores humanos no los iguala ningún objeto material, por más riqueza y objetos que lleguemos a atesorar.