La prudencia es una virtud que La Fontaine quiso poner en valor en su fábula “El gato y el ratón”, en la que se nos invita a no ser crédulos ante todas las promesas, especialmente las realizadas en determinadas circunstancias.
En distintas partes de un tronco seco, hacían vida un gato, una comadreja, un búho y un ratón. Por necesidad ninguno abandonaba su refugio, aun cuando eran enemigos por naturaleza. Vivían desconfiando uno del otro, pero sin abandonar el lugar.
Un día el dueño de la granja donde se encontraban decidió eliminar a los animales residentes en el tronco. Para eso, colocó varias trampas y una red en la pata del tronco seco.
El gato, distraído, fue el primero en caer en las trampas del granjero. Comenzó a dar fuertes gritos al verse en peligro. El ratón sonreía alegre al escuchar sus lamentos, pues al estar el gato atrapado él se libraría de uno de sus enemigos.
El felino, desesperado, llamó al ratón y le dijo:
—Si me dejas morir, el búho y la comadreja te van a devorar. Ellos quieren que tú seas su alimento, incluso más que yo mismo. Pero si me ayudas te prometo que te protegeré de aquí en adelante.
El ratoncito se lo pensó unos segundos y finalmente decidió liberar al gato. Al soltarse de la red huyeron del lugar juntos.
Pasado un tiempo el gato podía percibir que el ratón aun le temía, así que un día, dirigiéndose a él, le preguntó:
—¿De verdad que aún me temes? ¿Crees acaso que no recuerdo la promesa que te hice cuando salvaste mi vida?
—Ya sé que la recuerdas—, respondió el ratoncito. Y añadió:
—Pero tampoco se me olvida tu instinto, y que me prometiste aquello en circunstancias desfavorables. Por eso siempre estoy alerta.
Moraleja: Nunca debemos confiar en alianzas y promesas que hizo el miedo o cualquier otra circunstancia adversa, porque una vez pasado el temor no valen nada. Seamos siempre prudentes, incluso recelosos, porque hombre prevenido vale por dos.