AJEDREZ EDUCATIVO – EL ÁRBOL QUE NO SABÍA QUIÉN ERA

Hace mucho tiempo atrás en un bosque hermoso, vivían muchos árboles. Ese bosque era realmente hermoso y cada uno de los árboles era realmente muy feliz allí.

En ese lugar no faltaban las cascadas, los pájaros y por supuesto toda clase de árboles: manzanos, nogales, durazneros, plátanos, etc. Pero había un árbol que se encontraba triste pues, por más que se había esforzado, no lograba dar frutos como los otros árboles.

Triste y desanimado el árbol había probado varios métodos y técnicas para poder dar frutos.

  • Tienes que relajarte y verás cómo en pocos días comenzarás a dar frutos – le decía el duraznero.
  • Sí, es cierto – agregó el manzano – tienes que relajarte. Respira hondo y verás como empezarás a dar frutos.

Pero por más que lo intentaba el árbol no lograba ni una mínima semilla. Así, comenzó a pensar que “algo podría andar mal en él”. Entonces acudió a una lechuza que era considerada la más sabia en todo el gran bosque. Luego de examinar detenidamente la lechuza al árbol, ésta le dijo:

  • Disculpa mi intromisión, pero no parece que tengas ningún tipo de dificultad: tus raíces son firmes, no tienes ningún problema en tu sabia, tus ramas son fuertes, tienes unas maravillosas hojas que expresan tu salud física… Creo que lo que te ocurre es que has estado muy ocupado haciendo lo que otros te han dicho que hagas, pero no has escuchado tu propia voz interior.
  • ¿Vos interior? – preguntó asombrado el árbol – Jamás había escuchado de ninguna voz interior.
  • Pero todos tenemos una voz interior que nos guía y dice quienes somos. Pregunta a tu voz interior y te dirá qué es lo que ocurre, porque físicamente no tienes nada malo.

El árbol se quedó pensando sobre lo que la lechuza le había dicho. Así que esa misma noche, mientras todos los árboles descansaban, se puso a meditar. Deseaba con tantas ganas averiguar quién era que meditó toda la noche… Pero, para su asombro, esa noche nada ocurrió.

Pasaron varias noches y el árbol, sin darse por vencido, continuaba meditando hasta que una noche, casi sin darse cuenta, escuchó una suave voz que venía de su interior:

  • ¿Quieres saber quién eres? – dijo la dulce voz
  • ¡Sí! – Respondió el árbol con calma, pero sin vacilar
  • No eres un nogal, ni un manzano, ni un duraznero. Entonces ¿por qué pretendes dar nueces, manzanas o duraznos?

El árbol permaneció en silencio sin poder responder a esta pregunta.  Pero tras unos minutos la voz siguió hablando:

  • Tú eres un roble y tienes una gran misión, aunque diferente a la de los otros árboles: tu darás sombra a las personas y acogerás a las aves entre tus ramas fuertes y tus hermosas hojas. Esa es tu misión pues eres un hermoso y gran roble.

El árbol, sin poder decir ninguna palabra, sonrió suavemente y prometió jamás volver a llorar o quejarse por ser un roble.

Moraleja: cada uno tiene fortalezas que le son únicas. Nunca pretendas ser aquello que no eres. Descubre quién eres y esfuérzate por hacer lo mejor que puedas aquello que corresponde a tu misión.

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