El relato corto de esta semana, titulado “El agua, el fuego y la confianza”, nos recuerda la importancia de estar a la altura de lo que merecen las personas que nos quieren y de no fallarles, porque hay cosas para las que no hay marcha atrás posible.
Juan, Álex y Gonzalo eran tres amigos inseparables. Siempre que sus obligaciones se lo permitía estaban juntos. Compartían ratos libres, en los que alternaban juegos con paseos y animadas charlas.
Un buen día de verano Juan planteó qué pasaría en el futuro cuando sus caminos se separasen. Álex y Gonzalo se miraron y quedaron pensativos reflexionando a donde irían. Álex se arrancó y dijo en voz alta:
—Seremos el agua, el fuego y la confianza. Tú, Gonzalo, serás el agua. Tú, Juan, serás la confianza y yo seré el fuego. ¿Estáis de acuerdo?
Gonzalo y Juan respondieron afirmativamente.
Tras unos instantes el agua, o lo que es lo mismo, Gonzalo, comentó:
—Si algún día nuestros caminos se separan y queréis encontrarme buscadme en algún lugar muy húmedo, por ejemplo en la costa, las márgenes de cualquier río caudaloso o un prado verde”.
Los amigos asintieron con la cabeza.
Entonces prosiguió el fuego, es decir, Álex:
—Chicos, si algún día nos separamos y deseáis hallarme, no lo dudéis: buscadme en lugares calurosos y secos.
Los otros dos colegas se miraron y se sonrieron con complicidad.
Finalmente, llegó el turno de Juan, la confianza. Y habló:
—Pues si algún día nos separamos, no me busquéis, amigos, porque jamás volveréis a encontrarme.
Moraleja: No defraudéis a la gente que queréis y os quieren, porque la confianza nunca se recupera del todo. Se necesita mucho tiempo para construirla y tan solo unos segundos para perderla para siempre.