AJEDREZ EDUCATIVO – Afilar el hacha

Dar un pasito hacia atrás para tomar impulso. Porque, contrariamente a lo que pudiese parecer, en ocasiones detenerse también es avanzar. Te lo explicamos con un ejemplo en clave de fábula titulado “Afilar el hacha”, cuya moraleja nos ayudará en nuestros proyectos y a crecer como personas.

Había una vez un talador de árboles que se presentó a trabajar en una industria maderera. El sueldo era bueno y las condiciones de trabajo mejores aún, así que el leñador se decidió a hacer un buen trabajo.


El primer día se presentó al capataz, que le dio un hacha tras haberle designado una zona de trabajo. El hombre, entusiasmado, salió al bosque a talar. En un solo día cortó veinticuatro árboles.


Te felicito. Sigue así—, le dijo el capataz.

Animado por las palabras de su superior, el leñador se decidió a mejorar su propio desempeño al día siguiente. Por ello, esa noche decidió acostarse bien temprano.


A la mañana siguiente se levantó antes que nadie y se fue al bosque. Ese día trabajó tan duro o más que el día anterior, pero a pesar de el empeño no consiguió cortar más que quince árboles.


—Me debo haber cansado—, pensó, y decidió retirarse a dormir antes incluso que veinticuatro horas antes, apenas se puso el sol.


Al amanecer, se levantó decidido a batir su marca personal de veinticuatro árboles. Sin embargo, ese día, a duras penas, consiguió talar doce.


Al día siguiente fueron siete, luego cinco y el último día estuvo toda la tarde tratando de tumbar su segundo árbol.

Inquieto por el pensamiento del capataz, el leñador se acercó a contarle lo que le estaba pasando y a jurarle y perjurarle que se esforzaba al límite de desfallecer.


El capataz entonces le preguntó:

—¿Cuándo afilaste tu hacha la última vez?


— ¿Afilarla? No tuve tiempo. Estuve muy ocupado cortando árboles.

Moraleja: Este relato nos explica lo importante que es descansar, desconectar y dedicarle tiempo a alguna actividad que nos gusta. Es la mejor manera de afilar “nuestras herramientas” y recuperar la energía necesaria para afrontar nuestras obligaciones diarias. Seguir haciendo algo cuando ya no nos queda energía suele ser un vano intento de reemplazar con voluntad nuestra incapacidad para realizar de manera eficaz una tarea.

No solo eso; el descanso también es necesario para emplearlo como tiempo para la reflexión y evaluar y analizar qué estamos haciendo y por qué, si estamos trabajando con los elementos, herramientas o recursos adecuados, y si los estamos utilizando eficientemente.

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